sábado, 27 de mayo de 2017

Conviviendo en Sigüenza: Algunas notas sobre el I Congreso de Convivencia Escolar (I)

Del 24 al 26 de mayo, he asistido al I Congreso Estatal de Convivencia Escolar, organizado por el CNIIE (Centro Nacional de Innovación e Investigación Educativa) en el Parador Nacional de Sigüenza, Guadalajara. Han sido tres días intensos, con un extenso programa y un variado elenco de ponentes. En estas líneas que siguen, intentaré poner en orden mis impresiones y, sobre todo, aquellas aportaciones que me han parecido más relevantes.
Lo primero que me llamó la atención -no inmediatamente, pues lo supe después- es el elevado número de técnicos de consejerías, orientadores escolares y educadores sociales entre el público asistente, y la reducida presencia de profesorado y cargos directivos en relación con los anteriores. No dispongo de datos oficiales, no se han facilitado. Pero, en las charlas que mantuve y en las intervenciones que hubo, quedó esa impresión: pocos docentes de a pie, que son los que primero detectan los problemas de convivencia, y los que los sufren -si se permite la expresión- de manera más directa, excepción hecha, claro está, del propio alumnado afectado.
Otro aspecto que me chocó fue que no había wifi disponible para el público, ya que la difusión por internet se llevaba casi toda la capacidad disponible. De todas maneras, creo que no se echó demasiado en falta, porque había muy pocos usuarios de Twitter -activos, al menos- en el congreso. Como podéis deducir, empecé a sentirme un tanto bicho raro: director de primaria y muy activo en Twitter en un congreso lleno de orientadores sin Twitter. Pero esa sensación no fue motivo para no aprovechar el tiempo, cosa que pude hacer sin problemas. 
Imagen del parador de Sigüenza, sede del congreso.
www.commons.wikimedia.org
Inauguró el congreso el ministro de la cosa y portavoz del gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, quien estuvo afable y cordial, quitando encorsetamiento al acto. Este ministro tiene a su favor el recuerdo de su antecesor en el ministerio, el padre de la LOMCE. Y además, parece una persona dialogante y accesible. Su presencia en Sigüenza reforzó esta apariencia.
Después hubo una intervención de Tamar Hay-Sagiv, directora del Centro Peres por la Paz y la Innovación, organismo que busca espacios de encuentro entre jóvenes hebreos y palestinos a través del deporte, la tecnología y el arte y la cultura. Mediante la asunción de responsabilidades, los jóvenes llegan a acuerdos y pueden reflexionar sobre lo acontecido en cada ocasión en que se encuentran. Se propicia así el conocimiento mutuo y la superación de tantos clichés desenfocados o marcadamente segregadores.
La mesa redonda entre consejeros de educación fue más entretenida de lo que se pudiera pensar. Sobre todo, la intervención del consejero de Castilla y León quien, en vez de sacar pecho por los resultados PISA, mantuvo un tono humilde y muy pegado a la realidad de los centros, algo que siempre se agradece en un responsable político. Además de demostrar buen humor, como cuando afirmó que Finlandia, en realidad, es la Soria del Norte de Europa (pues en Soria los resultados de convivencia y académicos en PISA son mejores que en el país nórdico). Fernando Rey, en cambio, habló de la integración del colectivo gitano, de cooperación entre centros ordinarios y colegios específicos de educación especial, y se planteó qué eficacia real tienen las actividades que se llevan a cabo en los centros con motivo de la convivencia o de la paz. Un discurso breve pero lleno de referencias a la realidad, como su alusión a la dificultad de trabajar por competencias en lugar de contenidos, como bien sabemos los docentes españoles.
El consejero asturiano, por su parte, explicó el plan de convivencia que habían aplicado en su comunidad, con un propósito positivo y no solamente sancionador. Además, recordó que la convivencia, y educar para la misma, está en las finalidades de la ley en vigor, no es un añadido ni un ejercicio de voluntariedad. Y el responsable de Castilla-La Mancha nos informó de algunas iniciativas, como la formación de alumnado en convivencia utilizando la red de albergues juveniles autonómicos. En resumen, creo que se adaptaron al auditorio y aportaron, cada uno a su manera, elementos de conocimiento para los docentes.
La mañana todavía dio para más: era el turno de las experiencias en centros alrededor de la convivencia. Me llamó la atención la aportación del IES Gaya Nuño, de Almazán, Soria, que proponía alternativas a la expulsión del centro; actividades de trabajo intergeneracional, por ejemplo, ayudando a personas mayores en el conocimiento de la red. Hubo consenso en que la expulsión, por sí misma, no arregla demasiado, aunque en ocasiones no haya otro remedio, a nivel disciplinario. Otra experiencia notable fue la presentada por la consejería asturiana de educación con el nombre de Babelia, que permite el acceso al idioma a los recién llegados con escaso conocimiento de la lengua española desde una perspectiva inclusiva, con presencia, participación y aprendizaje. Un programa ya contrastado que ha dado buenos resultados en la práctica. 
Como veis, una mañana bien aprovechada, y todavía quedaba la tarde y dos días más. Pero eso formará parte de otro artículo.

lunes, 1 de mayo de 2017

El profesor, una película nada convencional



Retomamos, a partir del estreno de La profesora, el pasado 21 de abril, una crónica sobre otro film que retrata a un docente de un modo peculiar. El profesor no es una película convencional sobre educación. Es una película de 2012, pero me parece adecuado hablar de ella aquí por su interés que, como ya he dicho, radica más en el enfoque que en la temática en sí. Algo que comparte, en mi opinión, con la película recién estrenada y que las aleja de cualquier intento de endulzar o ensalzar la profesión docente.

La trama trata de un individuo que trabaja en un instituto de secundaria de manera interina. De hecho, es un docente sustituto que no permanece en el mismo centro mucho tiempo. Obviamente, aparecen profesores, alumnos, aulas... pero siempre en función del personaje principal, interpretado por un Adrien Brody bastante plano para mi gusto. Pero si el personaje trabajara en una oficina de correos, su historia sería parecida a la que se cuenta; que ocurra en un instituto, siendo importante, no es fundamental. A continuación, comentaremos algunos aspectos relevantes del film, cuyo título en inglés es Detachment, es decir, desprendimiento o, más adecuadamente, indiferencia. Revelador título, masacrado en la traducción española, como tantas veces.
Tomado de
http://www.vilanova.cat/blog/

armandcardona/?p=11307 



Como ya hemos dicho, se trata de una película sobre un profesor de literatura de secundaria. Habría que decir que abusa del tópico del literato metido a docente; ¿para cuándo una película en la que el protagonista no sea profesor de literatura, sino de matemáticas o de química? En la apreciable El club de los emperadores, Kevin Kline es un erudito profesor de historia. Y en La sonrisa de Mona Lisa, Julia Roberts encarna a una profesora de arte. La atracción por las humanidades sigue vigente en el cine norteamericano. Este profesor, con unos métodos peculiares, pero apenas esbozados, consigue interesar a sus alumnos por la literatura y por la escritura (aunque no sabemos bien cómo lo hace). 


La acción se desarrolla, en buena parte del metraje, fuera de las aulas. El protagonista, Henry, vive solo en un apartamento anodino, apenas alegrado por una pequeña estantería de madera con algunos libros. No es una apuesta minimalista, sino un signo de impersonalidad. Su ropa, su aspecto, desprenden la misma sensación: la apuesta por pasar desapercibido, por no ser molestado. Pero no lo consigue. Henry cuida de su abuelo, recluido en una residencia-hospital donde espera la muerte, con una pobre consciencia de sí mismo, afectado por algún tipo de demencia. Un encuentro fortuito con una joven, menor de edad, que se dedica a la prostitución ocasional, provoca una reacción humana en Henry, que se apiada del absoluto desvalimiento de Erika, que así se llama la chica. Este es otro de los hilos de la trama, que, como vemos, no se centra en el aula, sino que toma este escenario como uno más -y no el más importante- por los que transcurre Henry un tanto apáticamente. Esta apatía es una defensa contra su propia tragedia, que se nos va mostrando en flashback, recurso que debe ser usado con medida -no es el caso de la película, desgraciadamente.


Lo que me parece más relevante de la película, desde el punto de vista educativo y artístico, es el retrato de profesores que se efectúa en la cinta. Vemos los devastadores resultados de la degradación de los barrios, el abandono de lo público, la embrutecedora realidad de los centros periféricos de una gran ciudad norteamericana. Aunque con cierta tendencia a la exageración -tendencia que encontramos en todo el film, por desgracia- se nos cuentan las ilusiones, decepciones, fracasos, miedos y escasas alegrías de un claustro desigual, con algunos profesores quemados, otros todavía en la brega, con heridas, cinismo, automedicación, días malos y otros peores. A destacar el enorme James Caan, como un excéntrico profesor a punto de jubilarse, y la hermosa Cristina Hendricks, que interpreta a una profesora joven con expectativas de ayudar a sus alumnos. Todos deambulan, no solo por las aulas, sino también por sus vidas, con problemas de incomunicación, soledad (o ambas cosas). Lo mejor de la película, a mi entender, es el arrebato que sufre la orientadora escolar, interpretada por la televisiva Lucy Liu, en el que descarga toda su frustración en una conversación con una adolescente indolente. 


La cámara, dirigida por Toni Kaye (American History X) ayuda a crear una sensación desasosegante, con abuso del primer plano -con lo que vemos a Adrien Brody muchísimo, pero siempre con la misma expresión- y cierta tendencia al reportaje, es decir, a moverla con los personajes. Los colores son contenidos, excepto en la escena final, donde el sol se cuela en la fotografía de una manera sobresaliente. Quizás un recurso demasiado evidente.


Como en Los niños salvajes, se recurre al tremendismo para terminar la historia, como si la tragedia de unas vidas atormentadas, sin demasiado sentido ni ambición personal, no fuera suficiente. El final abusa, como decimos, del trazo grueso. Para compensar, se abre una puerta, un tanto confusamente, a la esperanza. En fin, una película que quiere contar muchas cosas, y que no acaba de conseguirlo. Una de las historias esbozadas tiene bastante entidad como para sustentar un relato. Al mezclar tantas tramas, no se consigue profundidad. Y eso no se puede compensar con efectismo. No cuela.

Sala de profesores: un retrato con sombras

Retomamos el blog con uno de sus epígrafes de más éxito, cine y educación. A lo largo de los ya casi doce años de esta aventura de opinar so...