sábado, 14 de marzo de 2015

¿Podemos coger un libro?

La reflexión sobre la lectoescritura es una de las constantes en este blog. Como docente en educación primaria, soy consciente de la importancia de nuestra etapa en la adquisición de un nivel aceptable de competencia lectora que posibilite la comprensión de textos, la identificación de su estructura, la distinción entre distintos modelos de tipología textual y, atención, el gusto por la lectura como actividad de tiempo libre. 
En otras ocasiones, hemos afirmado que el excesivo control sobre la lectura por placer resulta contraproducente, ya que se asimila la lectura en casa a otra tarea escolar, a otro tipo de deberes. Hemos abogado por un tratamiento metodológico distinto para la lectura en el aula -que ha de ser riguroso, centrado en la adquisición de microhabilidades, planificado- y la lectura en casa, que complementa la práctica en el aula y la trasciende. Recuerdo, con respecto a la animación lectora y al descubrimiento de la lectura por placer, una conferencia de Frato en la que afirmaba que el docente que no lee habitualmente en su tiempo libre, difícilmente podrá estimular convenientemente a su alumnado para que lean en sus casas (sin obligación). En este caso, creo que la libertad de opción del alumnado ha de ser la norma, aunque se puede influir, reconducir, ayudar... Acciones, por cierto, que pueden aplicarse al conjunto de la docencia, que ha de seguir descentrándose, enfatizando el papel activo del aprendizaje y no tanto la transmisión unívoca de contenidos. 
La biblioteca de mi aula
Este curso 2014-15 estoy sorprendido por la acogida que la biblioteca de aula ha tenido entre mis alumnos de tercero EP, que me piden cada viernes coger un libro de lectura de entre el centenar de títulos que la conforman. Y me doy cuenta de que sigo con reticencias, con reminiscencias de una pedagogía de la vigilancia que tenemos inoculada en la docencia casi inconscientemente. Mi última "resistencia" vencida ha sido autorizar el préstamo de libros enciclopédicos, del tipo "¿Por qué ocurren las cosas?" o "365 cosas interesantes", libros de tamaño mayor y que no permiten una lectura lineal, sino la consulta de alguna duda o, simplemente, curiosear y leer acerca de animales, planetas, lugares, plantas... Ante la insistencia de mis alumnos, he decidido que todos los libros pueden ser objeto de préstamo.
También detecto que algunos alumnos no leen los libros, o no lo hacen completamente, porque los devuelven en un lapso de tiempo claramente insuficiente para su nivel de lectura. Ante esto, intento reconducir la situación, devolviéndoles el libro (si quieren retomar la lectura) y recordando que pueden tenerlo quince días o más. Otra cosa -más infrecuente, pero también ocurre- es que el libro no haya gustado, y que no se termine de leer por esa razón. En este sentido, la comunicación con las familias es imprescindible, ya que nos aportan información relevante sobre si realmente se aprovecha el préstamo. Pero introducir otra serie de controles (ficha, resumen, cuestionario) de manera obligatoria, me parece inadecuado, ya que desanimará a algunos niños a la hora de coger libro, y esa es la primera premisa: se llevan libros voluntariamente, aunque se anime a todos a hacerlo (y también a las familias). La obviedad es que el libro que con seguridad no se leerá es aquel que queda en la biblioteca; el que se lleva a casa, corre el serio riesgo de ser leído e incluso disfrutado.
Una actividad reforzadora podría ser la recomendación de libros, en formato diverso, una vez leídos; en el blog de aula, por ejemplo, se podrían recopilar vídeos breves en los que se recomendara la lectura de una obra concreta, argumentando las razones, como se hacía, creo recordar, en kuentalibrosElaborar una ficha de recomendación para colgarla en un panel junto a los libros es otra opción sencilla. De esta manera, los lectores se convierten en críticos literarios y proporcionan una información que puede ser evaluada por sus iguales (y por el docente) desde un punto de vista cualitativo.
Otra práctica que puede funcionar, para renovar la oferta de títulos, es intercambiar libros con otras clases del mismo nivel o acudir a la biblioteca de centro y realizar un préstamo colectivo, es decir, que cada alumno o alumna elija una obra y que todas las elegidas formen parte temporalmente de la biblioteca de aula. Además, así se fomenta la curiosidad y se abren otras posibilidades de lectura, porque no olvidemos que la biblioteca escolar, la de todo el centro, es el motor de la animación lectora en la escuela o el instituto; y si no es así, no funciona como debería. La verdad es que yo, hoy, quería hablar de la biblioteca de centro, pero quizás, antes de ese artículo, debía salir éste, referido a la animación lectora en el aula. Continuará...

2 comentarios:

  1. Muy interesante, Salvador. Es cierto, se trata de una etapa educativa donde el trabajo en el sentido de animar a la lectura debe ser muy importante, aunque en etapas superiores también, claro. Estoy muy de acuerdo en la necesidad de no imponer ni burocratizar en exceso el proceso de lectura. La imposición de libros a todo el grupo como si todos los chicos fueran iguales no tiene, desde mi punto de vista, demasiado sentido. Tampoco el hecho de obsesionarse en la evaluación de la lectura con fichas, informes o trabajos varios demasiado complejos que lo que hacen es distraer al alumno de lo que realmente nos interesa: que disfrute y aprenda de la lectura. Por último, claro: ¿cómo alguien que no lee va a animar a otro a que lo haga? Misión imposible, por supuesto. En fin, un temazo. Te seguiremos con interés. Un abrazo!

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Ramón. Como digo en el artículo, la lectura por placer necesita una perspectiva metodológica distinta, y es ahí donde la escuela tradicional, en mi opinión, ha sido poco eficaz. Afortunadamente, las dinámicas y las visiones van cambiando.

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